“ – Bueno… ya va a aprender – me dijo Isabella, despreocupadamente, cuando hice alusión a que, habiendo cumplido los 5 años un par de meses atrás, Bianca debería tener logrados ciertos hábitos – Ella come cuando tiene hambre y nos parece correcto. Se va a la cama cuando tiene ganas de dormir y nos parece que está bien. No queremos obligarla a que haga algo que no quiere. Lo mismo pasa con el baño; hay veces que no tiene ganas de bañarse… y la dejamos. ¡O lavarse los dientes! – exclamó, abriéndose de brazos y poniendo los ojos en blanco.
- Sí, me habló de lo que le pasó en el Jardín la semana pasada.
- ¿Lo del mal aliento? – preguntó, frunciendo la cara, mientras yo asentía con la cabeza – Esa compañera siempre fue una odiosa. Mirá que decirle que no quería sentarse al lado porque su boca olía mal…
- Y, sí, probablemente sí. Bianca se lava muy poco los dientes.
Bueno, en realidad lo hace sólo cuando va a lo de la abuela, que le compró una pasta para niños y a ella le gusta. Pero en casa no tenemos. A Gonza y a mí no nos importa mucho que ella se lave los dientes. Total… son de leche”.
Mirá tambiénPor qué limpiar los oídos con hisopos puede ser peligrosoLos niños deben seguir rutinas cotidianas como para poder crear hábitos que les posibiliten la seguridad y tranquilidad que necesitan para transitar la vida, responsablemente. La alimentación, el sueño y la higiene son los primeros hábitos que tienen que aprender. Luego el orden y la autonomía.
La construcción de los hábitos en los hijos debe estar a cargo de los padres, que son quienes tienen que decidir qué, cuánto y cuándo deben comer; en qué momento y durante cuánto tiempo dormir; con qué frecuencia y de qué modo higienizar su cuerpo, cabello, uñas y dientes; cuál es el lugar de cada cosa y cómo guardarlas; y el modo adecuado de aprender a manejarse solos. Como arquitectos de hábitos, los padres no deben dar cabida a la aceptación de situaciones como “esta comida no me gusta”, “no quiero irme a dormir ahora”; “odio lavarme los dientes”, “pero yo quiero guardar el dentífrico en la heladera”, “no voy a hacerlo, así que hacémelo vos” etc., mediante las cuales entregan a los hijos la batuta de su propia crianza, abdicando al rol que les compete como educadores.
Hoy en día y gracias a un concepto erróneo de la libertad, hay padres que permiten a sus hijos hacer lo que quieren, como quieren, cuando quieren y donde quieren, porque acceder a sus caprichos les hace más fácil la cotidianeidad. A ellos: los padres. Y escudándose en ser padres que respetan a sus hijos, no solamente les facilitan sino que también fomentan conductas y actitudes profundamente equívocas, permitiendo casi que los niños se “autoeduquen”, como si no tuvieran padres. ¿Por qué? Porque eligen evitar caprichos y berrinches circunstanciales, sin considerar las dificultades que, socialmente, van a sufrir todos a futuro. Y, como si esto por sí solo fuera poco, creen que los hijos aprenderán buenos hábitos más adelante, cuando sean más grandes, desconsiderando el hecho de que cambiar un mal hábito por uno bueno no es un acto de magia, sino que el niño debe desaprender lo que aprendió, para poder aprender algo nuevo.
Mirá tambiénLa importancia de la hidratación: mitos y verdades sobre la cantidad de agua que el cuerpo necesita diariamenteSostener rutinas es a los niños lo que a una casa son las paredes. Saber qué es lo que tienen que hacer, cómo y en qué momento implica para ellos el orden y la seguridad que generan vivir dentro de una estructura claramente establecida y predecible. En la construcción de buenos hábitos aprenden a ser organizados, perseverantes, constantes y responsables. Si esperamos a que tengan los dientes definitivos para enseñarles a lavárselos habremos perdido un tiempo precioso como para que consigan ese hábito y, entonces, su logro costará más.
Todo padre debería tener en cuenta que en el adquirir el sentido del orden y del compromiso es donde nace la verdadera libertad.
(*) Psicopedagoga. M.P. N.º 279.L.I.F.8
La construcción de los hábitos en los hijos debe estar a cargo de los padres, que son quienes tienen que decidir qué, cuánto y cuándo deben comer; en qué momento y durante cuánto tiempo dormir; con qué frecuencia y de qué modo higienizar su cuerpo, cabello, uñas y dientes; cuál es el lugar de cada cosa y cómo guardarlas; y el modo adecuado de aprender a manejarse solos.
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