“ – Los profes nos dijeron que van a poner nuevas reglas para el uso del celular en clases – me dijo Gus riéndose.
Una regla no es una norma. Ambos conceptos son completamente diferentes. Mientras que el primero es un consenso colectivo, el segundo determina un modo de actuar.
“ – Los profes nos dijeron que van a poner nuevas reglas para el uso del celular en clases – me dijo Gus riéndose.
- ¿Y eso por qué te da risa? – le pregunté.
- ¿Vos pensás que les vamos a hacer caso??? Naaaaaaa… Las reglas se hicieron para romperlas, Ale – me aseguró, con gesto pedante.
- ¿Por qué creés eso, Gus?
Él arqueó la boca hacia abajo, encogiéndose de hombros.
- Porque es así. Si te convienen, las cumplís, y si no te convienen, las rompés. Fácil
- Y en este caso puntual del que me hablás, ¿por qué habrían de romperlas?
- ¿Quiénes son los profes para decirnos cuándo podemos usar o no el celular en clases?
- Justamente eso, Gus: los profes. Son los adultos responsables de…
- Responsables de dar su clase – me interrumpió – pero no de decirnos lo que podemos o no hacer. No me dicen mis viejos lo que tengo que hacer, mirá si voy a hacer lo que me digan los profes. Si estoy en la escuela es porque no me queda otra, así que si tengo ganas de escuchar música o mensajearme con Vale o con mi primo de España, lo voy a seguir haciendo, por más que nos quieran poner reglas nuevas.
Respiré hondo e intenté malabarear con mis sensaciones y pensamientos, antes de volver a hablar.
- ¿Y ya les dijeron cuáles son esas nuevas reglas?
- Sí, que vamos a poder usar el celular solamente en algunos momentos para buscar información y después vamos a tener que dejarlos en distintas cajas. ¡Y más encima dicen que vamos a poder usar la Inteligencia Artificial pero para comprobar si la información que nos da es correcta! Jajajjajajajajjajajajajjaja, mirá si me voy a poner en eso cuando la IA viene justo para resolvernos la vida…”
A diferencia de una norma, que es un consenso colectivo creado para regular el comportamiento del individuo en una sociedad, una regla es un modo particular dispuesto para ejecutar algo en un entorno específico, determinando qué modo de actuar es admitido y cuál no, así como también la forma en que deben o no hacerse las cosas.
Considerar que poner reglas es una demostración de afecto a partir del compromiso que implica educar, tanto para los padres como para los docentes, es algo que a los adolescentes cuesta muchísimo contemplar, habida cuenta de que, en líneas generales, vienen acostumbrados desde pequeños a hacer solamente lo que quieren, cómo quieren, cuándo quieren y dónde quieren, debido a la equívoca idea, avalada por los padres (por acción u omisión), de que son “libres”.
Esta habitualidad conductual deviene en el no reconocimiento del adulto como figura de autoridad y, por ende, la negativa a cumplir con lo que se trata de imponerles, aún cuando vaya acompañado de la explicación correspondiente.
Es indiscutible que la tecnología atraviesa nuestra realidad actual.
Un estudio realizado hace poco tiempo arrojó como datos que el 88% de los alumnos de secundaria acude a la escuela con su celular y que un 94% ha disminuido su rendimiento académico, evidenciando claramente un impacto negativo innegable. La causa de esto tiene que ver con lo que se llama phubbing, que hace a prestar más atención al celular que a la/s persona/s con quien/es se está; en este caso, el docente, razón por la cual se hace preciso tomar medidas al respecto (que no hacen a la prohibición de su uso en el aula), como para intentar modificarlo, en favor del logro de un mejor aprendizaje en los alumnos.
Habrá que trabajar, entonces, en la sincronización entre las razones que se les den, hasta conseguir que las acepten, pero desde el entendimiento que les permita cumplirlas, por su propio bien, evitando que perseveren en la búsqueda de intentar transgredirlas porque, si bien hay reglas que miden la distancia entre dos puntos, hay otras que miden la comprobación de cuán educados estemos.
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