“ - ¡Lo logré! – me dijo Bárbara con aire triunfal – Mi hermana me hizo la cuenta de Instagram y ahora voy a poder hacer lo mismo que hace ella.
Todo a su tiempo. No queda otra si queremos que los niños crezcan como niños. El problema es cuando otros adultos, que no son los padres, se ponen en el medio con otra visión completamente diferente. El rol de los padres para impedirlo es clave.
“ - ¡Lo logré! – me dijo Bárbara con aire triunfal – Mi hermana me hizo la cuenta de Instagram y ahora voy a poder hacer lo mismo que hace ella.
- ¿Y qué es lo que hace ella? – le pregunté.
- ¡De todo! – Dirigió la mirada a sus dedos y empezó a contar – Sube fotos, hace vivos, habla con gente… ¡Está buenísimo!
- ¿Cuántos años es que tiene, Barbie?
- Dieciocho. ¿Te acordás que te conté hace poco que los cumplió y que hizo una fiesta en un boliche?
- Sí, lo recuerdo – afirmé – Estaba haciendo el cálculo de que tiene ocho años más que vos.
- Sí, ella es ocho años más grande que yo.
- Y si tienen esa diferencia de edad ¿cómo es que vas a hacer lo mismo que hace ella?
Barbie se encogió de hombros y arqueó la boca hacia abajo.
- Y… haciéndolo. Ella me dijo que me va a enseñar a hacer como hace ella-Me miró de golpe, agrandando los ojos - ¡Pero mis papás no saben!
- ¿Por qué no?
- Porque ellos no quieren. Dicen que soy muy chica para usar redes sociales.
Si hasta se enojaron con mis abuelos porque me regalaron el celu sin pedirles permiso.
- ¿Y por qué si tus papás no quieren tu hermana te hizo la cuenta, Barbie?
- Y, porque ella me quiere. Sofi quiere que yo haga lo que hacen todos los chicos que tienen celular. Somos de la era digital... y nuestros papás no entienden nada”.
Lamentablemente, cuando tenemos padres conscientes, pueden aparecer abuelos o hermanos mayores que no sólo no lo son sino que pasan por sobre ellos, desautorizándolos. Y, como si esto por sí solo fuera poco, establecen especies de alianzas con los niños, haciéndoles creer que permitirles lo que quieren, aún contra la postura de los padres, es una muestra de afecto.
Si bien hay una edad preestablecida a partir de la cual es lícito crear cuentas en redes sociales, la realidad muestra que las abren los niños, falseando su edad o, peor aún, lo hacen los adultos, en su nombre, evidenciando una irresponsabilidad total y absoluta, por no considerar los riesgos a los que los exponen.
El avance constante de la tecnología y el uso de las redes sociales han cambiado la forma de comunicarnos y relacionarnos, ocupando un lugar cada vez mayor en el proceso de socialización, llegando a convertirse en algo esencial para transitar la vida. Compartir contenido permite una forma de expresión que nos hace visibles, y esa visibilidad, desde la inmadurez de un niño, puede hacerle creer que mostrándose pasa a ser un “alguien conocido para el mundo”, y ese captar la atención de otros lo gratifica, porque hace que se sienta mirado, querido e importante.
Actualmente, cada vez más niños procuran crearse una vida virtual, porque a través de ella obtienen más diversión, placer y beneficios que en la real y, como los padres están ausentes y al margen, más o menos indirectamente facilitan en ellos un hacer independiente, autónomo y descomprometido, muchas veces haciendo públicas su intimidad y vida privada, y con un libre acceso a contenidos no siempre adecuados a su edad y comprensión y a personas no siempre conocidas, a las que toman como amigos, en una etapa evolutiva de especial vulnerabilidad.
Sin supervisión adulta, el manejo de redes sociales por parte de los niños los expone permanentemente a realidades insanas, al pretender vivir por y para la obtención de likes, comunicarse con extraños, acceder a información que no son capaces de procesar y no poder manejar posibles delitos online.
Si pretendemos hijos sanos física, mental, emocional y espiritualmente, debemos hacer acto de presencia y acompañarlos convenientemente para impedir que se sigan aniquilando inocencias.
(*) Psicopedagoga. Mat.Nº279. L.I.F. 8
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