"En la década de 1990, Santa Fe (ciudad y provincia) comenzó a resignificarse como escala en los corredores interoceánicos, de donde se revalorizaba el túnel subfluvial y se hacía necesario el puente Rosario Victoria". Crédito: Archivo / Manuel Fabatía
Esta Santa Fe que hoy cumple 449 años y que comienza a vivir sus 450, es una entidad histórica que no puede constreñirse al concepto actual de ciudad. Como las otras poblaciones antiguas fundadas en la actual geografía argentina en los siglos XVI y XVII, Santa Fe estaba conformada por un núcleo urbano y un enorme territorio, mucho más grande que el de la provincia de la que es capital y centro fundacional.
Esa entidad histórica que a lo largo de la historia fue ciudad y tenencia de gobernación primero; estado independiente en tiempos de López y provincia argentina desde 1853, es la misma que fue sufriendo las modificaciones geopolíticas que alteraron su función original de abrir puertas a la tierra comunicando a Asunción con el Tucumán y Potosí.
De allí que es posible considerar dos ejes principales a la hora de identificar los cambios vividos por Santa Fe a lo largo de casi 450 años: los institucionales (ciudad, estado, provincia) y los funcionales, conforme evolucionaran los flujos comunicacionales de los que sería nudo o al menos pretendería serlo.
Los cambios institucionales en el tiempo largo
Durante 237 años, Santa Fe fue parte de la Corona española. En ese lapso fuimos paraguayos hasta 1617, peruanos hasta 1776 y españoles americanos todo ese tiempo.
Sobre la inmensa jurisdicción de Santa Fe (provincias actuales de Santa Fe y Entre Ríos) ejercían su autoridad el Cabildo y el Teniente de Gobernador, ya que tenían poder sobre las cuatro áreas que en aquellos tiempos eran incumbencia de los diversos niveles de gobierno, a saber: "Policía, guerra, justicia y hacienda".
Es decir: El Cabildo de Santa Fe entendía sobre todos los asuntos de los que hoy se ocupan los poderes del Estado Provincial, pero sobre un territorio más amplio que el actual y gestionaba con autonomía ante la Audiencia, el Consejo de Indias y el mismo Rey, litigando en muchos casos contra otras ciudades como Buenos Aires o Asunción.
Del Cabildo dependían los pagos que fueron surgiendo: "de los Arroyos" (Rosario), "la Bajada" (Paraná), Coronda y San José (Rincón). También las reducciones de pueblos originarios que se fueron organizando de mutuo acuerdo.
Al producirse la revolución de 1810, estas ciudades pasaron a ser "los pueblos", y demandaron participación política y lucharon por su autonomía. En el caso de Santa Fe, la ciudad colonial se transformó en un Estado soberano (especialmente después de 1819) hasta 1853, unido inorgánicamente con el resto por un tratado de Confederación firmado en esta ciudad en 1831. Es por eso que decimos que las provincias son anteriores a la Nación.
Al dictarse la Constitución Nacional, este espacio, que había sido la ciudad de Santa Fe y luego el Estado autónomo que bregó por la instauración del federalismo en la Argentina, pasó a ser una de las por entonces catorce provincias de la República Argentina y es hoy una de las veinticuatro jurisdicciones en las que se divide el territorio nacional.
Esta entidad histórica, (nuestra Santa Fe actual) próxima a cumplir 450 años, que pasó por esos distintos formatos institucionales, es hoy la provincia de Santa Fe, y a la vez su ciudad capital, que juntas celebran un común origen en aquella jornada fundacional.
Ese es el espíritu de la Ley 13.155, que declara el 15 de noviembre como feriado en toda la Provincia, que debe sostenerse como una forma de autoafirmación de nuestra identidad provincial, que se nutre de aquella historia fundacional, y también de todas las historias de sus ciudades, pueblos y colonias diseminadas por aquel territorio asignado por Juan de Garay en 1573, al menos en el que se extiende de este lado del Paraná.
Los cambios funcionales de cuatro siglos y medio
La primitiva idea era que Santa Fe asegurara las comunicaciones de Asunción, (donde se había concentrado la primitiva empresa conquistadora de Pedro de Mendoza), con España. A esto responden las precisas instrucciones impartidas por el gobernador Martín Suárez de Toledo a Juan de Garay, que mandaban establecer un puerto en la margen oriental del Río de la Plata.
Pero Garay privilegió las comunicaciones del Paraguay con el Tucumán y el Alto Perú al elegir el lugar sobre el que emplazaría la nueva ciudad. Primero buscó la boca del Carcarañá y después se conformó con el sitio próximo a la actual Cayastá, apremiado por la competencia colonizadora que significaba la presencia en Puerto Gaboto del fundador de Córdoba, Jerónimo Luis de Cabrera.
De esta manera, Santa Fe, en tanto encrucijada de caminos, asumió decididamente su función dentro del "espacio peruano", canalizando el comercio regional rioplatense hacia el gran polo de atracción que significaba Potosí. Pero cuando este espacio inició su lenta crisis, la ciudad comenzó a sentir los cambios que el proceso de atlantización del comercio y la economía dejaban planteados.
El giro atlántico prometía el creciente desarrollo del puerto de Buenos Aires y obligó a Santa Fe a reclamar la protección de la Corona para continuar ejerciendo forzadamente su función primitiva. Así logró el privilegio de "puerto preciso" en 1739, al confluir sus intereses con los limeños que estaban dirigidos al cierre del puerto de Buenos Aires.
Pero la demanda atlántica era incontenible, y Santa Fe debió adaptarse tras la disolución del "puerto preciso" en 1780, aprovechando lo que quedaba de la demanda potosina de mulas y respondiendo al creciente mercado internacional de cueros que fluía por Buenos Aires.
La revolución aisló a Santa Fe del Alto Perú y la obligó a concentrarse en la vertiente atlántica, monopolizada por los porteños. Hubo una especie de alternativa hacia 1815, cuando parecía imponerse el proyecto artiguista y el puerto de Montevideo se ofrecía como competencia, lo que llevó a los porteños a empecinarse en la conservación de Santa Fe para cerrar la puerta de ingreso que afectaría a su aduana.
La encrucijada de Santa Fe, y su inmejorable posición como cruce del Paraná, hizo que fuera considerada como un punto estratégico durante las guerras civiles.
La modernización que vivió especialmente la región de la pampa húmeda, fue muy notable en Santa Fe durante la segunda mitad del siglo XIX, cuyo crecimiento poblacional impulsado por la inmigración y la
rápida colonización del territorio la hicieron avanzar al segundo puesto dentro de las provincias argentinas, mientras crecía en el sur un nuevo polo urbano sobre el antiguo pago de Los Arroyos.
La calidad de cruce privilegiado del Paraná que reviste Santa Fe, se profundizó cuando en la década de 1990 comenzó a hacerse muy visible el proceso de globalización, la emergencia del mercado chino y la importancia que adquirían los puertos del Pacífico. De esta forma, Santa Fe (ciudad y provincia) comenzó a resignificarse como escala en los corredores interoceánicos, de donde se revalorizaba el túnel subfluvial y se hacía necesario el puente Rosario Victoria.
En este contexto, surgieron los acuerdos de 1998 y 1999 suscriptos por Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos que formalizaron la Región Centro, mientras que el proyecto de la Hidrovía Paraguay – Paraná – Plata parecía otorgar un renovado impulso a la demanda atlántica. Las dos alternativas respondieron quizá a expectativas sobredimensionadas.
No obstante, la ciudad de Garay y la provincia de López (las nuestras) siguen creciendo (el ritmo puede discutirse) en el nuevo esquema de país, aun bajo el peso de las políticas erráticas, la general decadencia ininterrumpida de décadas y las apremiantes desigualdades sociales.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos y desde el Centro de Estudios Hispanoamericanos.