¿Cómo era el mundo en 1930? Y cuando digo "el mundo"… ¿A qué me refiero? Puede decirse que la pulsión que nos mueve es la pregunta, acaso el misterio y cómo develarlo. Tener como obligación mayor contar lo que se ve, se sabe, se intuye, se imagina, es parte de una orden que se entiende como mandato, donde nuestra vida, nuestra forma de vivir, se juega más allá de toda comprobación racional.
Sigmund Freud escribe, sobre 1930, un texto que sigue siendo básico, en el periodismo entendido como objeto de estudio; también como forma de llegar al fin del día. "El Malestar en la cultura" termina, más allá de su ponencia, trabajando sobre el gran problema que nos ocupa: la culpa. Freud escribió sobre aquel mundo "cultural", el de 1930, en Europa y América. Conviene recordar un punto: para Freud en "la cultura" estaba el revulsivo, el "cuestionador". Preguntarse sobre los hechos, buscar sus razones es eso: cuestionar.
Cuando el periodismo sucede, porque es un facto, con su ejercicio aparece todo nuestro pasado y nuestro más riguroso presente. No puede quitarse aquello que nos pertenece. El periodista cuenta, pregunta, resuelve, juzga según eso: todo su pasado y su más riguroso presente. No puede escapar a su grado de conocimiento y el pecado, el perdón…y la culpa. Para muchos no hay culpa en cobrar por las preguntas que se olvidan de formular, para otros plantearse la excusa y escudo de "la independencia" ayuda al cobro en moneda constante, y en noches tranquilas contra la almohada.
Recuerdo una mínima controversia con un periodista que me discutía, a micrófono abierto, que él era imparcial, que era independiente. Rosarino, trabaja en un medio radial de Buenos Aires que presume de eso, de progresista, liberado… e imparcial. Nunca más hablamos. Los periodistas intervenimos en la sumatoria del conocimiento con nuestras luces y nuestros ruidos, con nuestras sombras y nuestros silencios. Todo suma. Sumamos. Poco o mucho. Algo.
Mirá tambiénLos periodistas y la culpaComo mecanismo de ayuda a caminar por este senderito de la culpa -que de eso se trata, como bien sostiene Freud- un buen bastón es dividir en Actores Primarios y Actores Secundarios de la sociedad a quienes ejercen cargos públicos por el voto popular y quienes ejercemos el oficio de la palabra, oral o escrita, también exhibiendo el más tremendo artificio: el gesto.
Ayudados con el bastón se puede decir que muchos de los Actores Secundarios (los periodistas) se han pasado a la otra categoría. El hecho básico es "lo popular". Daniel Scioli corredor de lanchas, Carlos Reutemann corredor de autos, Palito Ortega cantautor. Hay senadores, diputados, concejales, ministros, que vienen de todas partes; hay periodistas y personalidades de toda índole que allí están o estuvieron. Desde Clotilde Acosta (Nacha Guevara) hasta Adalberto Brandoni, "el Beto". Hay hijos que portan el apellido y ha sido diploma suficiente. Aún lo es.
Se debe entender "lo popular" como aquello que tiene repercusión, reconocimiento, trascendencia hasta el límite difuso donde todo se transforma; el campo es el pueblo como territorio del olvido y la memoria, y claro: del reconocimiento. Una decisiva equivocación es esa tajante división entre lo que sí es y lo que no es popular.
Cuando se pretende una definición de "La Cultura" y esa desviación, "Cultura Popular", se tropieza con la segmentación de un universo tan indefinido como culposo donde todo suma, agrega y quita a un canto rodado que va… rodando. Si todo lo que somos es un pedrusco que rueda hay problemas: fotografiarlo es esclerosarlo y definirlo es dogmatizarlo. Sigue siendo valiosa la conclusión: "Todo aquello que no es obra de Dios, es Cultura". Se atribuye a Arnold J. Toynbee y resulta fácil adherir.
Donde no se puede quitar el mensaje es en mitad de su transmisión. Escuchar a determinados periodistas como conductores o columnistas, donde deben incluirse el hijo de Mauro Viale, los Leuco (padre e hijo), Luis Majul, Jorge Asís, Nelson Castro, "Gatito" Sylvestre, Roberto Navarro, Horacio Embón, por citar algunos, más la suma de los periodistas asignados a enviar mensajes a través de las cadenas deportivas, como a través de los programas de espectáculos (¿Alguien cree que Mirtha Legrand, Florencia de la V, Luis Ventura, Ángel de Brito, Juan Pablo Varsky con su aviso promocionando el juego on line, son inocuos en cuanto a formar el presente y determinar –un poco, no tanto, un poco- el porvenir?)
Aquel aserto de Marshall McLuhan avisando que es el medio el que "mensajea y masajea" ha llegado a un punto claro: en Argentina la Casa Central determina, dictamina. Esa Casa Central está en Buenos Aires. No hay regionalismos que no sean perforados. Gobernadores que pagan notas en Buenos Aires es más que una leyenda.
"El fenómeno Manes" (aparición que semejaba a René Favaloro hablando de próceres, cuando lo suyo era un fenomenal descubrimiento quirúrgico mundial) fue anticipado; un buen ejercicio contrafáctico es pensarlo al mismo tiempo que "el fenómeno Milei". Já. Lindo hubiese sido un debate entre dos ignaros sobre la función pública aspirando… a la función pública. En el caso del teórico de la neurociencia, su coeficiente de conocimiento público más alto se exhibió demasiado temprano, alambicado en palabras técnicas y con un aburrido discurso radical. Después Milei, que apareció en tiempo y forma.
El hecho común es que, mientras servían al medidor de audiencias, se los invitaba. Hoy Facundo Manes es el discurso radical del siglo XX y Milei se escapó de las audiencias de programas periodísticos, a la vez que con la misma técnica de mantener el interés (la audiencia) fabrica titulares zocaleros mientras el mundo sigue andando. La memoria puede ayudar sobre la cantidad de programas donde Manes concurría, los mismos donde después concurrió Milei. Las coordenadas Espacio/Tiempo no fueron propicias. No se encontraron como opositores en un debate que hubiese sido claramente divertido
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Hasta qué punto ellos, como en su momento Elisa Carrió, simplemente han servido a las mediciones. Hasta qué extremo se puede llegar para mantener una audiencia, una lectura, un "encendido" y, de ese modo, sostener el trabajo, el pago, el contrato, la publicidad… que es el pago. En rigor hasta qué punto el periodismo no ha usado a estos personajes en una simbiosis, "vos decís lo que quieras, yo facturo por tu existencia, que se complementa con la mía". Cómo no entender que ambos suman al soporte cultural de la sociedad.
Por donde se quiera abordar el tema, se termina en que la cultura sobrevivirá. El absurdo discurso de Alejandro Vaccaro pretendiendo que La Feria del Libro es "La Cultura", va de la mano del Grupo Milei diciendo que presentará un libro en el Luna Park. Ya CFK exhibió un libro como un fenómeno de masas. Todo suma. Cúneo Libarona, Feinmann (el malo), el propio Asís en una mesa de alta noche con Alejandro Fantino son parte del acervo cultural, como los programas del otro Cúneo, los reportajes en la trasnoche de Luisito Novaresio, o ese fenomenal analista político llamado Ariel Tarico, desnudando "inconcientes colectivos" con sus imitaciones. Cultura somos todos.
Los periodistas pro Milei, como los opositores a Milei, suman al vector resultante de la tarea periodística donde estamos. "El juego en que andamos", dijo Juan Gelman. "Todos juntos ahora", cantaron Los Beatles. Ese vector es el hoy. Todas las flechas de fuerza dieron esta. La sociedad Pos Peste, cruzada por los vientos de las redes y el borbollón de entrevistado, entrevistador, zócalo y premura nos trajo justamente aquí.
Por detrás de lo que se ve viene el bajorrelieve, la pintura anterior y la deuda: la cultura, la suma de toda manifestación humana en mitad del paisaje de la naturaleza (además una Naturaleza socavada día por día) avanza por su vanguardia. La vanguardia se debilita. La deuda existe. El periodismo debe hacerse cargo de la alícuota que le toca. Debemos. Envueltos en "la culpa" todo es indulgencia, excepto decir "yo no fui".
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