La lectura y posterior charla con su autor, Ceferino Reato, obliga a una reflexión. El libro sobre el padre Carlos Mugica repone una herida que no cierra y sangra todavía (como dice la letra del tango) porque resulta inevitable, en Argentina, referirse a los acontecimientos de la década del 70. Los años que rodearon a 1970. Un poco antes y un después que se ha perpetuado. Afirmo que han retrasado el porvenir, al aferrarnos a los sucesos de aquellos años, evitar la información y convertir aquel pasado en una esperanza para el mañana.
El entrerriano (como le digo, ya que es nacido en Crespo, provincia de Entre Ríos) sostiene en sus días una actitud "paisana" que le permite ir a una velocidad crucero, más segura. Eso lo faculta a ver los árboles y los pájaros de la ruta, una broma sobre algo muy cierto: indaga, el periodista e investigador, sobre acontecimientos que alcanzaron tanto la notoriedad como los desvíos de una historia que aparece muy sesgada, muy rápida.
Reato indaga sobre las sombras, las oscuridades de esos años. Realmente oscuros. Trágicos. Básicamente violentos, nerviosos e injustos, pero ciertos. Sus libros son molestos para las mentiras consagradas como verdades. Remitamos a Pink Floyd, molesta el lado oscuro de la Luna
Una posición que comparto sobre un punto: es Historia, Verdad y Justicia. La memoria es, por construcción, parcial, sesgada, mentirosa, afable o irritada pero incompleta. Necesitamos completarla para dejarla allá y comenzar un presente que no esté atado al ayer de un modo tan quejumbroso como entorpecedor. Eso lleva al cambio de sustantivo: Historia.
Ya el libro sobre José Ignacio Rucci y su asesinato, claramente perpetrado por el grupo armado Montoneros, puso a Reato a tiro de arcabuz del enojo de los que entendieron el presente sociopolítico de Argentina como una revancha y una justificación de una "Patria socialista" que no existió, y una toma del Estado que ha sido incompleta y dañina, a estar por el saldo que dejan tantos años. Ese "estado de Asamblea sobre los 70" nos tiene demorados.
Está claro que el regreso de Juan Domingo Perón y su retoma del poder formal, en 1973, coloca a los grupos armados que asesinaban y secuestraban en su nombre en una situación cuanto menos ilegal para la Constitución y el plexo de leyes de "la Democracia". Hay señales, actitudes inherentes al ejercicio de ese poder, por parte del propio Perón, que no se corresponden con la lectura de la realidad de esos grupos y, según esa lectura, sus actos.
Pocos días después del 1 de mayo de 1974, el último Primero de Mayo con Perón en la Plaza -cuando expulsa a los Montoneros ("esos estúpidos imberbes"), reclamando la reivindicación del peronismo para los dieciocho años de La Resistencia Peronista, donde incluye a los gremios y no a los Grupos Armados-, es un quiebre del deforme cuerpo ideológico donde el peronismo se asienta. En reuniones anteriores, en Madrid, había avisado (básicamente al F.E.N.) que no sería con las armas sino con los votos y la constitución.
Mugica es ametrallado pocos días después y el "cura villero", el cajetilla que se vino a luchar en la "opción por los pobres" y trabajaba en la villa del Retiro, muere cruentamente. Nadie puede quedar fuera de lo que es ese asesinato: una señal. Perón Presidente Constitucional y un cura militante del peronismo asesinado. Reato deja un final abierto, la lectura lleva a inclinar, como en las novelas policiales, buscando a quién beneficia y allí el tema sobre los meses finales es claro: Mugica se pelea frontalmente con los Montoneros.
Disgusta, a quienes aún viven en aquellos años en una cápsula tan irracional como funesta, que el libro de cuenta de tales enfrentamientos y de un hecho: Mugica no obedecía a Mario Firmenich. El libro, sin embargo, tiene final abierto. Suma también los enojos del grupo de ultra derecha, violento y asesino (La Triple A) que no aceptaba la existencia de "los curas villeros"; en tal rechazo el primero era al más evidente: Mugica. Este, sin embargo, sostenía que, con Perón legítimamente constituido como presidente, la lucha armada, los atentados, los secuestros no se correspondían si, de lo que se trataba, era de defender a Perón… y al peronismo.
El desfile de los personajes en el libro de Reato propone apellidos como Galmarini y Rodríguez Larreta. Y también Caggiano, de tanta relación con la provincia, siendo el hijo del zapatero corondino, como los años de Mugica como cura en Reconquista (enviado justamente por el obispo Antonio Caggiano); la presencia de Jorge Bergoglio en el colegio de la Inmaculada concepción ("Carucha" era el sobrenombre del profesor Bergoglio, presente en aquellos años). Los jesuitas fueron adoctrinadores de grupos católicos que se convirtieron en parte de la lucha armada y desde luego… una lucha asesina.
El final abierto de Reato tiene un costado atractivo en la presencia y trato con la señorita Lucía Cullen, un apellido con tanta relación en Santa Fe. Memoro a uno de los más importantes constitucionalistas, a quien respeto mucho, Iván José María Cullen y ese apellido (Mc Cullen, irlandés, castellanizado en los primitivos registros civiles). Esa relación que se paseó por Reconquista, Buenos Aires, París, es para una saga romántica con otro final. Mugica, Cullen y el amor platónico. Allí queda, sin constatación en los años de celibato y celibato, cuestionado por los curas villeros y "del Tercer Mundo". En la región hay casos importantes. El cura Mc Guire uno de ellos.
La presencia de Timmerman, Gelman, Ióseber Gelbard, Horacio Verbitsky, Julio Bárbaro repone a los años de plomo y devaneos junto a Firmenich, José López Rega, Juan Manuel Abal Medina. Una suerte de Lavoissier reformulado. Nada se perdió, todo se transformó y hay una persistencia que atrasa.
Es en esta persistencia donde se inscriben los Kirchner y el hijo que adoptan. Adoptan guerrilla, Derechos Humanos, los sobrevivientes, la cuestión "Desaparecidos" y la reformulación de la biografía de los personajes y la escuálida ideología convertida en épica. La épica kirchnerista es la que sufre, en su base, las investigaciones de Ceferino Reato, entrerriano tranquilo que observa, indaga, pregunta, coteja y de resultas del trabajo los héroes no son tales, los muertos no son tantos y los justicieros son asesinos mientras que los asesinos siguen siendo asesinos.
Tal vez ése sea el punto que incomoda a las fracciones kirchneristas (en retirada pero existentes) y todos los grupúsculos de izquierda muy resistente (me niego a la palabra resiliencia, como me niego a la palabra "spertisse"… o como se escriba) El problema que deja el libro, cuya lectura aconsejo vehementemente, es que oferta una mirada sobre aquellos años que es, la vez, documentación que permite ir cerrando dudas y abriendo ventanas al porvenir.
Puede preguntarse, el cualquiera, porqué razón no cierran esos años que siguen en "asamblea". Con su cierre se podría reformular un sector de centro izquierda real y centro derecha conducente. Es necesario cerrar el pasado, empatarlo, para encarar el siglo XXI. Tal vez no se quiera, tal vez no se pueda. Tal vez ese imponente peronismo que es de derecha, de izquierda, de omnipresencia y altísima impotencia para resolver los problemas del Estado, se niegue a morir y ser suplantado por algo más eficaz. Tal vez.
¿Desnudar al peronismo para poder vacunarlo contra el pasado y convertirlo en algo positivo es necesario? ¿Podrá ser este el "superobjetivo" de los libros de Reato? No me pregunten a mí, soy periodista… soy el que hace las preguntas.
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